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Santa Lucía, la virgen-mártir

Santa Lucía procedía de la ciudad siciliana de Siracusa y murió en el año 304 cuando tenía unos 21 años. No se sabe mucho sobre ella, aparte de los primeros relatos tradicionales que la describen como varias vírgenes mártires del siglo IV que eligieron la castidad sobre la vida de Cristo. Varias leyendas describen detalles específicos de su vida.

Según la leyenda predominante, la madre de Santa Lucía tenía una enfermedad terminal y arregló el matrimonio para asegurar el bienestar de su hija, sin saber de los planes de su hija de vivir una vida célibe. En busca de sanación, la madre de Santa Lucía peregrinó al santuario de Santa Ageda, una virgen mártir que murió cerca hace unos 50 años. Santa Aguda vino a Santa Lucía en un sueño y prometió interceder por su madre enferma. En respuesta, Santa Lucía pudo convencer a su madre de que donara su riqueza a los pobres. Celoso porque pensó que se le debía dar el regalo a él, el novio de Santa Lucía informó al gobernador local. Santa Lucía fue arrestada y se le ordenó hacer las paces ofreciendo un sacrificio al emperador, lo que ella se negó a hacer.

El resultado de la lealtad de Santa Lucía fue la pena de muerte. Finalmente, fue asesinada por la espada después de muchos otros intentos de violar su pureza y causar su muerte. Relatos posteriores dicen que su muerte se aceleró cuando le sacaron los ojos, mientras que otro dice que le sacaron los ojos para disuadir a los pretendientes. Según estas leyendas, se recuerda a Santa Lucía como la santa patrona de los que padecen enfermedades oculares, y comúnmente se la representa en el arte con los ojos apoyados en una bandeja. La devoción a Santa Lucía se extendió rápidamente a través de la Iglesia primitiva, y su popularidad aumentó en la Edad Media.

El nombre de Santa Lucía proviene de la palabra latina para «luz», y su fiesta el 13 de diciembre coincidió con el solsticio de invierno durante siglos hasta las reformas del calendario. En los países escandinavos, donde hay poca luz en los oscuros días de diciembre, la gente celebra a Santa Lucía con gran entusiasmo. Niñas vestidas de blanco reparten caramelos mientras cantan villancicos. Llevan fajas rojas para conmemorar el martirio de Santa Lucía, y sobre sus cabezas se sientan coronas de cirios encendidos, que representan la luz de Cristo, que resplandecía con la santidad y pureza de la Virgen-Santa de Siracusa.

Michael R. Heinlein es el editor de Simply Catholic. Sígalo en Twitter @HeinleinMichael.

El verdadero San Nicolás

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